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miércoles, 10 de octubre de 2012

La Edad Media en la Península Ibérica



Etapas históricas


El reino visigodo

Entre los pueblos que se asentaron en la Península Ibérica tras la caída del Imperio romano destacará el de los Visigodos. Se trata del pueblo más romanizado de todos los que cruzaron los Pirinéos y no tardará en desplazar a los otros (suevos, vándalos, alanos). 
Muy pronto los visigodos se mezclarán con los hispanorromanos adoptando su lengua (la cual conocían en parte) y convirtiéndose al cristianismo. Durante el III concilio de Toledo, en el año 589, Recaredo, y todos sus nobles, abandonará la fe arriana para ingresar en el seno del cristianismo.
Para Menéndez Pidal (Los godos y la epopeya española) la cultura visigodo tendría un peso determinante en la configuración de la literatura hispana. 
Otros autores consideran, sin embargo, que el posible influjo de estos pueblos sería, más bien, limitado
. (Sobre el origen de la épica castellana)

La España musulmana

Será la enconada lucha entre Ágila, hijo de Witiza, y Rodericus, la que abrirá las puertas de la Península a las tropas musulmanas en el año 711. Los partidarios del primero de los contendientes solicitarán la colaboración de los árabes y estos, tras derrotar a don Rodrigo en la batalla de Guadalete, se quedarán en el territorio conquistado vinculándolo política y administrativamente al califato de Damasco.
Sin embargo, tan solo cuarenta y cinco años después, en el 756, Abd-al-Rahmán I romperá toda relación con el califato proclamando Al-Ándalus emirato independiente. Casi dos siglos después, en el 929, Abd-al-Rahmán III convertiría a Al-Ándalus en califato con lo que se rompía cualquier relación, tanto política como religiosa, con oriente.
Tras el esplendor del califato y el poderío militar demostrado por Almanzor en el siglo X, vendrá un periodo caracterizado por la desintegración de Al-Ándalus en los llamados reinos de taifas. Desde este momento, y pese a las invasiones almorávides y almohades, el juego de poder establecido entre musulmanes y cristianos en el tablero de la Península se decantó, definitiva pero lentamente, a favor de estos últimos.

La España cristiana

Los pueblos cristianos que lograron sobrevivir con relativa independencia a la invasión árabe, sintieron como una verdadera necesidad la recuperación de los territorios perdidos. Esta pulsión será la que funcionará, en última instancia, como catalizador de un proyecto de reconquista y restitución que tardaría casi ocho siglos en llevarse a cabo plenamente. Como es obvio, un proceso de esta magnitud en lo temporal hubo de resultar tremendamente complejo.
Los cristianos avanzaron con relativa facilidad en la meseta central, alcanzando el Duero y su cuenca en apenas cincuenta años, mientras que Zaragoza permanecerá en manos musulmanas hasta 1118 y Valencia hasta 1238, dos años antes había sido tomada Córdoba.
Se trata, por lo tanto, de un proceso irregular, pero que sin duda recibirá su mayor impulso en los siglos XII y XIII, coincidiendo con el desarrollo económico y cultural de toda Europa. En la primera mitad del siglo XIII las campañas del Fernando III de Castilla le llevan a Córdoba y Sevilla, mientras que Jaime I de Aragón conquista Valencia y las Baleares quedando las posesiones musulmanas reducidas al reino de Granada y al de Niebla, que sería tomado por Alfonso XI a finales del siglo siguiente.
El afán expansionista de los reinos cristianos no se limitará, sin embargo, al territorio peninsular. A lo largo del siglo XIII la corona de Aragón se expandirá por el Mediterráneo.
El siglo XIV supondrá un freno en la política expansionista de estos reinos, y lo será por diferentes motivos. En primer lugar los reinos cristianos de la Península, como los del resto de Europa, sufrirán las consecuencias de la propagación de la peste negra. La población se verá fuertemente diezmada y esto repercutirá en el desarrollo económico de los reinos.
Castilla, por su lado, viviría sus propios conflictos internos, como las minorías de Alfonso XI y Fernando IV y varias guerras civiles.
El siglo terminará con las primeras revueltas antijudaicas (1391) tanto en la corona de Castilla como en la de Aragón.

Conglomerado racial y cultural

La situación política por la que pasará la Península Ibérica durante la Edad Media facilitará que en su territorio confluyan diferentes grupos sociales.
La invasión de los musulmanes supondrá el surgimiento de Al-Ándalus, un territorio en el que necesariamente habrían de convivir una base de población hispanogoda con los recién llegados musulmanes. Entre los primeros se dará una lenta pero progresiva división. Por un lado estarían los muladíes, hispanogodos que se islamizaron incorporándose al mundo musulmán. Por otro estaban los mozárabes, que mantuvieron su lengua, su religión y sus tradiciones.
A medida que la Reconquista avanzaba fue dándose en las tierras cristianas la situación inversa. En ciertos territorios permanecieron algunas bolsas de población musulmana cuyos miembros reciben el nombre de mudéjares. Estos colectivos se dedicaban principalmente al cultivo de la tierra y dejaron un importante legado en las artes decorativas.
A estos grupos hay que añadir a los judíos. Presentes en la Península desde hacía bastante tiempo se especializaron en el campo de la industria y el comercio. La convivencia con este grupo fue pacífica, aunque no exenta de tensiones, durante un largo periodo de la Edad Media, pero a finales del siglo XIV, como hemos visto, comenzarán una serie de persecuciones religiosas que culminarán con su expulsión de los mismos en el año 1492.
Otro grupo poblacional de relativa importancia será el de los extranjeros. La necesidad de ocupar efectivamente las tierras ocupadas obligará a los reyes cristianos a desarrollar continuas campañas para atraer a los territorios recién conquistados población extranjera. A estos grupos se les denominó genéricamente como francos y a través de ellos llegaron a los territorios cristianos buena parte de las modas y de la cultura imperante en el resto de Europa.

Marco social

La Península medieval era esencialmente agrícola. El sistema de explotación de las tierras estaba completamente ligado a la estructura social del poder. Normalmente las tierras estaban en manos de un gran señor, seglar o eclesiástico, que explotaba las tierras añejas a su residencia con el concurso de los campesinos; colonos, libres o siervos. El colono trabajaba la tierra con la obligación de entregar al señor una parte de su cosecha o trabajar ciertos días en las tierras exclusivas de este. No obstante, la peculiar situación política de la Península, imposibilitó que en su territorio se instaurase plenamente el sistema feudal. La Reconquista y la necesidad de los grandes señores y de los reyes de ocupar las tierras recién ocupadas, propiciaron que se ofrecieran condiciones ventajosas a aquellos campesinos dispuestos a establecerse en la Extremadura. De este modo, las tierras tomadas a los musulmanes sirvieron como una excelente válvula de escape al excedente poblacional de los reinos del norte al tiempo que mejoraba las condiciones de vida de los campesinos. Esta situación cambiará a lo largo del siglo XIV, al estancarse la Reconquista.
Otro sector económico de creciente importancia a lo largo de la Edad Media será la ganadería. Esta, en manos de los grandes señores, pronto entrará en conflicto con los intereses de los agricultores. La creación de la Mesta en 1273 proporcionará a los ganaderos indudables ventajas sobre los pequeños propietarios limitando el desarrollo económico de los reinos.

Los grupos sociales mayoritarios

A grandes rasgos la población medieval de la Península Ibérica se podía agrupar en cuatro grandes grupos: clero, nobleza, monarquía y pueblo llano. Si agrupamos la monarquía y la nobleza tendremos la concepción triestamentalista de la sociedad medieval aceptada generalmente: oratores, bellatores et laboratores.

El clero

El poder del clero en una sociedad caracterizada por su teocentrísmo puede resultar obvia, pero no debe cometerse el anacronismo de creer que el poder de este sector estaba únicamente limitado a su labor de intercesores divinos. El clero contaba, además de su indudable poder religioso, con un poder económico e incluso militar muy, pero que muy terrenal. Además, el clero unirá a estos el poder cultural, pues tras la caída del Imperio romano y la expansión árabe, los monasterios se convirtieron en los únicos centros culturales de la época, adoptando el papel de guardianes y difusores (no siempre imparciales) del saber.
En los territorios peninsulares la iglesia servirá para poner en contacto el conocimiento procedente de la cultura clásica y oriental, que está en manos de los musulmanes, con el mundo cultural del occidente cristiano. Así mismo propiciará el contacto con la cultura existente en el resto de Europa (especialmente Francia) y su participación será crucial en el nacimiento de las primeras universidades. Recordemos al respecto que el auge en el siglo XII de las escuelas catedraliceas constituirá la primera piedra en la construcción de los denominados studium generale, antecedente directo de las universidades modernas. En los reinos cristianos el desarrollo de estos centros llegará con cierto retraso y no será hasta 1212 cuando Alfonso VIII funde en Palencia el primer estudio general de la Península.
También en el siglo XIV la Iglesia dará un paso importantísimo en la consolidación de las lengua romances. El IV concilio de Letran en 1215 apoya las predicaciones en lengua vulgar.

La nobleza

La nobleza contará con el poder militar y político, al que cabría añadir el económico por los evidentes beneficios derivados de su situación de poder en los otros dos ámbitos. Generalmente el señor feudal establecía una serie de pactos con los colonos que ocupaban su tierra ofreciéndoles su protección a cambio de trabajo y bienes de consumo. No obstante, este sistema, que en esencia podría asimilarse al sistema feudal, en la Península implicaba mayores dosis de libertad para los colonos tal y como hemos señalado más arriba. Igualmente, la situación política, propiciaba una movilidad social inaudita para la época. La baja nobleza, inmersa en las luchas contra los musulmanes, veían en estas una posibilidad de medre social al tiempo que sus éxitos justificaban sus pretensiones.

La monarquía

El poder de los reyes en esta época se encontrará supeditado a sus relaciones con los miembros de la nobleza y a las alianzas establecidas con ellos. Así, a lo largo de la Edad Media el poder efectivo de los reyes variará enormemente.
También a la monarquía se le deben grandes logros en lo cultural. Como hemos visto debemos a un rey la fundación de la primera universidad y en el ámbito de la lengua y la historiografía mucho es lo que se le debe a Alfonso X, apodado El Sabio.

El pueblo llano

Representa la clase más amplia de la población, la que cuenta con peores condiciones de vida y la que sustenta toda la pirámide social. Es la fuerza de trabajo y estaba constituida principalmente por agricultores, aunque en el siglo XIV don Juan Manuel distinguirá en su Libro de los estados entre labradores, mercaderes y ruanos.
Esta distinción resulta interesante pues evidencia que ya en el siglo XIV existía una nueva clase social que, al no ocupar las tierras de ningún señor, no mantenían ninguna obligación con él, esto los hacía más libres, posibilitándoles convertir a las ciudades en un centro de actividad económica, lo cual, como es obvio, les permitirá aumentar sus cotas de poder. Es el surgimiento de la burguesía.

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