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miércoles, 17 de octubre de 2012

La filología y la ciencia de la literatura. Aspectos generales



Apuntes  tomados del capítulo realizado por el profesor 
Ricardo Senabre para el libro Curso de teoría de la literatura .


Desde la segunda mitad del siglo XIX el estudio de la literatura ha experimentado un importante auge. Este se ha debido, en parte, a la inclusión del estudio de la historia de las literaturas nacionales en los planes de estudios de los países desarrollados, pero también al impulso que desde este periodo sufrió la investigación científica relacionada con el fenómeno literario.
Tal vez el punto de partida para la ciencia literaria podría situarse en 1897, cuando Ernest Elster publicó Prinzipien der Literaturwissenchaft. Esto no implica que con anterioridad a este momento que se quiere epifánico, no existiese una preocupación real por la literatura y su estudio, lo que ocurría es que los presupuestos de esta seudociencia literaria solían basarse en criterios tan poco sólidos como el gusto personal del comentarista.
Heinrich Rickert
Es el auge del positivismo el que en última instancia propiciará que se aplique al estudio de la literatura métodos científicos adecuados al objeto. No obstante, muchas fueron las críticas que surgieron entonces, y que en cierto modo continúan hoy en día, contra las pretensiones cientifistas del estudio literario. Para muchos la literatura, como otras muchas ciencias de la cultura, no contaba con la posibilidad de verificar los datos derivados de sus investigaciones, lo cual la situaba al margen de la ciencia.
Dilthey
Contra esta objeción se levantará la autorizada voz de Heinrich Rickert, quien, desde el punto de vista de la filosofía de la ciencia, distinguirá entre ciencias naturales y ciencias culturales. Esta distinción será hecha suya y asumida por Dilthey, que la desarrollará en su obra Introducción a la ciencia del espíritu.
Una de las ideas más importantes que se derivan del desarrollo de una epistemología literaria (y que no he recogido en la entrada Sobre la comprensión del fenómeno literario) es que las ciencias culturales son por definición integracionistas, es decir, que el avance de la ciencia mediante la enunciación de nuevas teorías no implica, tal y como sucede con las ciencias naturales, la negación de las teorías científicas precedentes (piénsese lo que sucede con la física newtoniana cuando Albert Einstein propone su Teoría de la Relatividad), sino que las integra. Esto supone que en las ciencias culturales, y por ende en la ciencia literaria, la tradición tenga un peso sumamente importante.
Por último, resulta necesario recordar las aportaciones realizadas por el filósofo alemán Georg Gadamer a la ciencia literaria. Este filósofo alemán renovará la hermenéutica con su obra Verdad y método, legitimando la intuición como herramienta válida para, a partir de ella, establecer el punto de partida de la investigación literaria racional.

Georg Gadamer
Diferentes modos de acercarse al objeto literario: Crítica literaria, Teoría de la Literatura e Historia de la Literatura.

Es posible acercarse al objeto literario básicamente desde tres puntos de vista, los que proporcionan la Crítica literaria, la Teoría de la Literatura y la Historia de la Literatura.

Crítica literaria

Se trata de un ejercicio intelectual de carácter analítico que se ocupa de una obra o de un conjunto de obras que se encuentran de algún modo relacionadas entre sí. Intentará encontrar y explicar los mecanismos por los cuales un discurso se convierte en una obra de arte.
Dentro de la crítica literaria es posible diferenciar diferentes grados puesto que no se pueden considerar como equivalentes la crítica literaria realizada por un lector, basada en su gusto personal, y la que hace, apoyado en un método científico, un filólogo.
El primer grado de crítica literaria será, consecuentemente, aquel en el que un lector analiza la obra literaria limitándose a la impresión que esta le ha producido.
Un segundo nivel, más sofisticado, es el representado por el crítico que pretende descubrir e inventariar las particularidades formales del texto.
Por último, el grado de crítica literaria más complejo, es el que pretende descubrir el sentido completo de la obra literaria. En relación con la captación del sentido es ya tradicional distinguir dos actitudes encontradas. Por un lado para Rildhey la obra literaria posee un sentido único que es posible descubrir reconstruyendo el proceso creador de la misma. Frente a esta postura encontramos la propuesta de Gadamer (que hiciera suya el profesor Fidel López Criado en sus clases de Historia de la Literatura, eso sí, sin citar la fuente) que sostiene que cada lectura descubre uno de los sentidos posibles que es dado encontrar en una obra literaria.
Por último, debemos recordar que las valoraciones estéticas sobre la obra no pueden forman parte nunca de la crítica literaria, al menos si el objetivo no es una mera crítica divulgativa.

Teoría de la Literatura

El papel de la Teoría de la Literatura es el de encontrar las constantes que resultan comunes a muchas obras literarias y que, consecuentemente, constituyen factores nucleares de lo que podemos denominar "literatulidad"

Historia de la Literatura

Por su parte la Historia de la Literatura se ocupa de ordenar los materiales literarios estudiados por la crítica en la secuencia temporal.

Poética

Aristóteles
La Poética, como disciplina encargada del estudio de las convenciones literarias, en un sentido al que hoy en día atribuimos a la Teoría de la Literatura, nace con Aristóteles. En su obra, titulada precisamente La Poética, el estagirita establecerá una serie de principios generales relacionados con la obra literaria que perdurarán hasta el día de hoy.
Aristóteles establecerá, así, que la mímesis es el punto de partida de la creación artística. Igualmente propondrá una clasificación genérica que, al menos en sus aspectos generales, perdurará de manera embrionaria hasta la fecha. Así mismo planteará los rasgos principales del teatro y la epopeya. También le debemos a Aristóteles una teoría de la recepción (el efecto catártico) que procura entender de qué modo la obra afecta al receptor. Por último, establecerá la importancia entre los conceptos de verdad y verosimilitud.

Retórica

La Retórica surgirá en el siglo V a. de c. con la finalidad de crear discursos con fines disuasorios. Tradicional se ha dividido en cinco partes: inventio, dispositio, elocutio, memoria y actio. Dentro de la dispositio se reconocen las cuatro partes, también tradicionales, del discurso: el exordio, la narratio, la confirmatio y la peroratio.
Monumento a Quintiliano
en Calahorra
Tzvetan Todorov ha reflexionado sobre la manera sistemática, pero al tiempo sutil, en que ha ido evolucionando esta disciplina. Según este teórico de la literatura, la Retórica ha pasado de dotar a la palabra de una finalidad suasoria a ocuparse de la palabra por la palabra, es decir, se pasó de utilizar a la belleza como un medio para lograr la persuasión, a que la belleza se convirtiera en el objetivo último del discurso. Esto supuso que la antigua unión entre res y verba que se daba en la Retórica clásica desapareciera para dar paso a la unión entre la forma y el contenido.
Con la llegada del racionalismo en el siglo XVIII, la Retórica diferenciará dos tipos de discursos según sean los fines de estos. Por un lado contaríamos con unos discursos estéticos, preocupados únicamente por la belleza y, por otro, discursos de tipo práctico, en los cuales el uso de elementos retóricos son considerados perjudiciales. Esta situación conducirá a un embotamiento de la disciplina que se verá reducida al inventario de recursos que tradicionalmente se recogían en la elocutio.
En los últimos tiempos ha ido ganando mayor fuerza la denominada neoretórica, una corriente teórica que pretende revitalizar los postulados de esta disciplina al tiempo que intenta desarrollar plenamente algunos de sus presupuestos. Entre los autores que podríamos incluir en este grupo estarían Barthes, Genette, Jakobson y los miembros del grupo μ.

La filología en la comprensión del fenómeno literario

Si reflexionamos sobre el acto de comunicación literaria podemos establecer diferentes tipos de relaciones entre los elementos que los conforman. Según sean estas, así nos encontraremos distintas disciplinas literarias que se encargarán de dilucidar algún aspecto concreto de dicha relación.
De este modo, si consideramos la relación que se establece entre el mensaje y el emisor, podemos concluir que esta será estudiada por la crítica biográfica, la crítica psicoanalista o la crítica historicista. Igualmente, de la relación que se entabla entre el mensaje y el receptor se encargarán la hermenéutica o la Teoría de la recepción.
No obstante, en todo proceso comunicativo existe un elemento excéntrico que puede determinarlo de manera importante: el ruido. En el sistema de la comunicación lingüística el ruido lo conforma todas aquellas alteraciones que puede sufrir el mensaje y que resultan ajenas a la voluntad del autor.
Un caso de ruido típico son las referencias culturales o construcciones lingüísticas que impiden al lector la correcta y completa comprensión del texto. Sin embargo, las que a priori más interesan al filólogo son aquellas alteraciones textuales que ha experimentado el texto como resultado de su transmisión. Consecuentemente la labor de este será la de intentar reconstruir el texto original con la mayor fidelidad. Para llevar a cabo esta labor se requiere del filólogo que tenga conocimientos lingüísticos amplios, que igualmente sea conocedor de la tradición histórica y cultural en la cual se asienta la obra y que maneje con rigor y soltura métodos de trabajo carentes de desviaciones subjetivas.
Con todo, no debemos pensar que la filología no ha evolucionado a lo largo del tiempo. En el Renacimiento la tarea del filólogo era la de aclarar el texto, atendiendo a los puntos oscuros que pudieran surgir en lo lingüístico, lo literario o lo cultural. Esto suponía que practicar la labor filológica implicaba tener la capacidad de manejar aspectos propios de la crítica literaria, de la teoría de la literatura y de la historia literaria. No obstante, estas primeras reconstrucciones resultaban en muchos casos intuitivas y era el capricho o gusto del reconstructor, lo que determinaba la elección entre múltiples variantes posibles. Habría que esperar hasta el siglo XIX para que Karl Lachmann estableciera su sistema conjetural, el cual propugnaba la búsqueda del arquetipo, si es necesario mediante el cotejo de los manuscritos, y recurrir a la enmendatio solo en el caso de que el cotejo no resultase convincente.
Hoy en día se considera necesario que el filólogo, además de reconstruir el texto de acuerdo a la voluntad del autor, estudie detalladamente las circunstancias culturales e históricas en la que se produjo la obra. Igualmente, debe realizar una interpretación lo menos subjetiva posible de la misma. Es lo que se conoce como filología hermenéutica.

La transmisión de los textos

La literatura, pese a ser en un principio oral y pese a que este sea su medio de expresión más natural, nos ha llegado en la mayoría de los casos mediante la lengua escrita. Así, entre las muestras literarias que conservamos, es posible distinguir, en primer lugar, entre las obras que nos han llegado en manuscritos y aquellas que se conservan mediante textos impresos (Resulta interesante, cabría decir que imprescindible, considerar seriamente la posibilidad de incluir en estos sistemas de transmisión uno nuevo, el constituido por los medios digitales. La cuestión es que estos nuevos sistemas de transmisión que sirven como base para una ciberliteratura o e-literatura están dando lugar a nuevos tipos textuales o hipertextuales que sería necesario catalogar críticamente, es decir, establecer de manera suficiente si estos productos forman parte de la Literatura o dan lugar a un nuevo producto cultural). Los manuscritos a su vez se dividen en textos autógrafos y textos apógrafos (escritos a mano pero no por la mano de su autor). Los manuscritos se escriben en folios que a su vez se agrupan en cuadernos y que así mismo se unen para formar códices (que pueden contener cuadernos de una misma temática o no). Un caso especial de manuscritos lo representan los palimpsestos, documentos que han sido borrados para volver a escribir sobre el mismo soporte otro texto.
Si tenemos en cuenta el camino por el cual nos llegan a nosotros los textos podemos distinguir entre una tradición directa, formada por todos los manuscritos o impresos que contienen la obra en cuestión, ya sea parcial o íntegramente, y una tradición indirecta, formada por las noticias o citas de las que se tienen conocimiento sobre esa obra. Entre las posibles fuentes de información indirecta tenemos la referencia, muchas veces textual, a fragmentos de la obra que encontramos en otros textos, las traducciones, los resúmenes y las prosificaciones medievales. A partir de esta tradición es posible incluso llegar a reconstruir con relativa precisión textos hoy perdidos. Es el caso de la reconstrucción hecha por don Ramón Menéndez Pidal de un presunto Cantar de los siete infantes de Lara a partir de las noticias que de él se da en las crónicas de la época.

Diferentes tipos de ediciones

Edición mecánica

Pretende reproducir, tal cual, el documento. Normalmente se basa en técnicas fotográficas que proporcionan una reproducción totalmente fiel del original. Estas obras se conocen de manera general con el nombre de ediciones facsimilares y hoy en día, gracias a las nuevas tecnologías, resulta relativamente sencillo poder consultarlas.

Edición facsimilar del Cantar de mio Cid.

Edición paleográfica

Este tipo de edición busca representar íntegramente las características gráficas, los signos, abreviaturas, etc. propias de un texto. En muchos casos se realizan ediciones paleográficas-interpretativas que manteniéndose fieles al texto deshace las abreviaturas o conjetura soluciones para el material perdido o ilegible con el ánimo de hacer el texto más comprensible.

Edición crítica

Se trata del núcleo de la crítica textual y en ellas se pretende reproducir del modo más correcto posible un texto cuya transmisión ha producido múltiples alteraciones y del cual se poseen testimonios en muchos casos divergentes. El objetivo de este tipo de ediciones es el de acercarse de manera fiable a la forma que el autor pretendió dar a su obra.
En la creación de este tipo de ediciones deben tenerse en cuenta las reglas propuestas por Lachmann y que lleva al cumplimiento de diversas fases:

  • Recensio. Recogida de todos los testimonio existentes que nos hayan llegado de la obra ya sea por medio de la tradición directa o indirecta.
  • Collatio. Examen interno de los datos recogidos en la recensio y su posterior cotejo.
  • Eliminatio. Supresión de aquellos testimonios que resultan ser copias de otros.
  • Creación del stemma. Se configura una árbol genealógico que informe de la relación y filiación de las diferentes variantes.
  • Enmendatio. Modificación de aquellos aspectos de la obra que resulten polémicos de acuerdo con la voluntad de su autor.

Edición anotada

Básicamente se tratan de ediciones críticas que suman a los presupuestos de este tipo de ediciones una serie de datos relacionados con el autor, el entorno cultural y el contexto lingüístico con el propósito de que ayuden al lector a comprender cabalmente la obra editada.



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